
Ulaca es un castro vetón a media hora de Ávila. Ayer acompañé al profe de Lengua y Literatura que quería subir con un grupo de 3º ESO. Habían leído un libro,
La colina de Edeta, sobre la vida en un poblado ibero. Había muchas similitudes con las descripciones del paisaje y el estilo de vida de los moradores de ambos asentamientos. Por eso fuimos.
Para subir fue un día ideal porque aunque brillaba el sol no hacía mucho calor. Hubo un abanico de actitudes. Los chicos empezaron a subir como verdaderos chicuelos. Sin pararse a observar la vegetación, ni los roquedales, ni las afloraciones de agua. ¡A toda carrera! como si les fuera la vida en ello. Eso sí, a voz en grito.
Las chicas fue otro cantar, un grupito como de cinco estaban entusiasmadas al ir encontrando en situ lo que habían leído. Algo asustadas por lo escarpado del primer repecho, lo único algo más peliagudo.
El resto de las féminas un amasijo de quejas, que si era un aburrimiento, que si tenían calor, que si se le iba a estropear el tatuaje con el sol, que si se le enganchaban los pantalones con los matorrales, que si sudaban, que si se quedaban frías por el viento en la cima. ¡Un verdadero latazo!
¿A quién se le ocurre ir a la sierra con deportivas urbanas de Puma, pantalones de campana arrastrando y en tirantes? Pues a las niñas de 3º ESO.
Nosotros aprendimos estrategias para el próximo año y bajamos con la esperanza de que algo les quedara de aquella excursión donde algunos pudimos encontrar cosas interesantes, además del interés histórico del lugar.
Por ejemplo la dicotomía en la naturaleza del principio y el fin.
Dos mariposas de lo más entretenidas.

Y los restos de un potrillo o de una cabra.

Del grupo de vetones que subimos y bajamos no puedo mostraros fotos para no incumplir las normas sobre las imágenes de menores pero tengo una, tod@s encaramad@s en el altar de los sacrificios que era la perfecta para mostrar mis sentimientos. Si en aquel instante mi mente hubiera podido materializar la situación en la que se habían puesto, como ofrendas a ningún dios, porque no creo que fueran aceptad@s, habríamos bajado menos.
La ambivalencia de las excursiones.
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