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martes, abril 11, 2006

14 de Abril



Desde un pinar por el que paseo frecuentemente se ve este molino del Adaja. Es el Molino de los Polilos. Ahí y en otro molino que está en ruinas en el siguiente meandro del río, vivió en varias ocasiones Agapito Marazuela, el folclorista de Segovia.
No se vino a retirar a estos parajes para inspirarse, vino como represaliado en épocas lamentables.
Lo cuentan los chavales de por esa zona porque lo han oído contar a sus abuelos. Marazuela estaba exilado entre chopos y pinos por rojo. Y tampoco perdió el tiempo. Enseñó a tocar la dulzaina a los hijos de los molineros, y éstos son los que han amenizado durante muchos años las verbenas después de la siega o la vendimina y los que, todavía hoy van tocando delante del santo en las procesiones de las fiestas.
Paradojas de la vida, en una zona tan rancia se ha bailado a los sones de la música de un ciudadano que pertenecía al pueblo y que por ello fue represaliado.
Nunca se sabrá cuántos ejemplos similares se nos han perdido por toda la geografía. Por todos ellos, muchos enseñantes, y para que no se olviden sus nombres, sigamos marcando la senda del conocimiento que posibilitará la capacidad para elegir.
Abrazotes